miércoles, 4 de diciembre de 2013

Memorias de Caldera

Nuestro pueblo de adopción se encuentra a 5 km de nuestra casita en Bahía InglesaCon unos 15.000 habitantes, tiene Caldera el encanto de esas villas ancladas en el tiempo. La vida transcurre apacible, sin prisas ni complicaciones, en torno al mercado, la plaza de la iglesia o el puerto pesquero.





Arquitectónicamente no es comparable a ningún pueblo de España. Aquí las casas se construyen con madera y chapa, lo que les confiere, a los ojos de un europeo, un aspecto muy pobre. Aunque el gusto por los colores refleja el carácter alegre de sus habitantes. Humilde pero alegre. Eso es lo que a mi me transmite el paisaje calderino.

También hay grandes casonas de estilo colonial, herencia de la época de esplendor de la segunda mitad del siglo XIX, aunque la mayoría bien necesitadas de una restauración. No hay edificios altos. Las viviendas son de una planta, dos a lo sumo.



Uno de mis lugares favoritos es el muelle, junto al puerto. Se respira mucha actividad entre los puestos de pescado fresco, fresquísimo, donde acuden parroquianos y turistas para elegir entre una inmensa variedad de peces y mariscos. Los pelícanos deambulan como Pedro por su casa entre las personas, esperando que alguna presa resbaladiza pudiera acabar en el suelo. Mientras, los lobos marinos observan la escena repantingados al sol sobre las cercanas rocas, haciendo las delicias de los niños que se asoman para verlos.





La antigua e histórica estación de ferrocarril (la primera locomotora de Chile partió de Caldera en 1851) es otro lugar con encanto. De tamaño colosal (se cuenta que podía albergar en su interior un tren entero), es ahora un centro cultural muy activo, donde tienen cabida todo tipo de eventos: proyecciones cinematográficas, concursos gastronómicos, bailes de época, conciertos, exposiciones... Actividades muy participativas y gratuitas en su mayoría, que demuestran las inquietudes emprendedoras de un pueblo modesto que quiere abrirse paso en la vida moderna. No en vano, la llegada de tantos inmigrantes de muy diversos países, sobre todo de Colombia, México o España, están convirtiendo paradójicamente a Caldera en una pequeña ciudad cosmopolita, donde el mundo de las expresiones artísticas y culturales comienza a despuntar, aún con mucho camino por recorrer.



Una mención merece también el cementerio, declarado monumento histórico y convertido por ello en reclamo turístico. Es el primer cementerio laico de todo el país. No quise dejar de recorrer sus callejuelas en una mañana de sol radiante que iluminara un poco la tristeza del lugar. Me impresionaron sobre todo las pequeñas tumbas de varios niños, cubiertas de juguetes. En la puerta, los kioskos de flores, tan coloridos, restan algo de dramatismo al recinto.



Uno de los personajes ilustres cuyos restos descansan en este cementerio es el Padre Negro, venerado franciscano que fue párroco de Caldera a comienzos del siglo XX. Con sus propias manos construyó la Gruta que lleva su nombre, un paraje singular a las afueras de Caldera que hoy es lugar de peregrinación.





Particularmente atractivo me resulta este moái, que el alcalde de la Isla de Pascua donó a Caldera. Se encuentra en un hermoso paseo, frente a la playa, y evoca tiempos pasados en las desconocidas y lejanas tierras de Rapa Nui.





No he querido pretender que este artículo se convierta en un folleto turístico. Pero sí quería mostrar los lugares que, por diversos motivos, más llaman mi atención. Y, a través de la modesta visión subjetiva de una española, transmitir mediante todos ellos el "aire" de un pueblo escondido en el desierto. El día a día en Caldera lo configuran estampas cotidianas de estilos de vida muy diferentes a los que nosotros conocemos, aunque quizás en un pasado no tan lejano estas imágenes formaron parte también de nuestra cultura y hoy yacen olvidadas en algún rincón de nuestra memoria.



"Importa, más que el sitio, la disposición con que te acercas a él; de ahí que no debamos aficionar nuestra alma a ningún lugar. Hay que vivir con esta persuasión: No he nacido para un solo rincón; mi patria es todo el mundo visible." (Séneca)










2 comentarios:

  1. Me parece muy curioso, y, como dice Seneca, importa, mas que el sitio, la disposición con que te acercas a el. Precioso como lo cuentas. Te deberían de contratar como ministra de turismo. A propósito, por si no vuelve a salir mi nombre (soy algo torpe en esto), soy Susana, la del libro. No dirás que no tengo fe en ti. Besazos.

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    1. Querida Susana, la gente va a pensar que te tengo a comisión, jajaja. No sabes cómo me sube la moral todo lo que dices. Te agradezco muchísimo que comentes por aquí mejor que por Facebook. Un abrazo y espero no decepcionarte :)

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