viernes, 28 de febrero de 2014

Los 33

Desde hace unos días, hay dos nuevos compatriotas españoles en la región de Atacama. Han venido también por motivos de trabajo y estarán entre nosotros alrededor de dos meses. Sus nombres, por si a alguien le suenan, Mario Casas y Antonio Banderas.

Junto a ellos, un elenco de renombre internacional entre los que destacan Juliette Binoche, Gabriel Byrne o Rodrigo Santoro. Todos se encuentran rodando la película "Los 33", basada en el derrumbe de la mina San José, que dejó atrapados durante 69 días a 33 mineros, y su posterior rescate.

Fuente: www.tvnotas.com.mx

Fuente: www.lacuarta.com

Tan ilustres visitantes, que por cierto fueron recibidos en loor de multitudes por el mismísimo presidente de Chile en el Palacio de la Moneda en Santiago a su llegada al país, me dan pie para recordar aquel acontecimiento histórico de repercusión mundial, que todos guardamos seguro aún en nuestras memorias dada la cercanía en el tiempo.

Sucedió el 5 de agosto de 2010. En la mina San José, una de las muchas que hay en esta zona eminentemente minera, se produjo un derrumbe que dejó atrapados en su interior a 33 mineros a unos 700 metros de profundidad. Las labores de rescate, a base de perforaciones con las maquinarias más avanzadas, se prolongaron durante 69 días debido a la complejidad de la operación. 17 días pasaron hasta que hubo indicios certeros de que todos ellos estaban con vida, hecho que se celebró con gran euforia en todo el país y más concretamente entre los familiares y amigos de los mineros, que improvisaron en el exterior de la mina el llamado Campamento Esperanza, donde permanecieron día y noche a la espera del milagro que les devolviera a sus seres queridos, hecho que se produjo el 13 de octubre.


Recuerdo haber seguido esta noticia desde España con gran interés a través de los informativos, así como la transmisión televisiva en directo del rescate de todos y cada uno de ellos. No en vano, fue el evento con mayor cobertura mediática de esas características, y tuvo en vilo a 1.300 millones de espectadores en todo el mundo. Lo que no imaginaba es que, tres años después, los protagonistas de aquella historia iban a ser mis vecinos, puesto que la mina San José dista de Bahía Inglesa apenas unos 45 kilómetros.

Tampoco imaginaba que iba a tener el honor de conocer en persona al que fue, desde el anonimato, uno de los grandes apoyos morales y físicos en el Campamento Esperanza, y testigo de toda la historia: el padre Juan, párroco de Caldera y gran amigo y referente al que ya dediqué uno de mis artículos. Hace unos días tuve la oportunidad de conversar con él sobre este hecho. Me contó cómo visitaba diariamente, junto con un grupo de voluntarios, a los familiares en el Campamento Esperanza. Lo hacían por la noche, puesto que por el día las visitas eran más numerosas y también la aparición de los medios de comunicación. Pero de noche, la soledad en el frío invierno del desierto se hacía insoportable. Les llevaban mantas, café caliente, huevos cocidos, y les reconfortaban también el alma con su compañía. Hicieron que la luz de la esperanza, ese bello nombre con el que acertadamente quisieron bautizar el campamento, no se apagara nunca. Los primeros días, llenos de incertidumbre, sin noticias, fueron los peores. A raíz de saberse que todos estaban con vida, esa esperanza creció, pero aún tuvo que armarse de paciencia ante el largo proceso de salvamento. Durante todas estas fases el padre Juan no les abandonó nunca. Aunque, ante mi pregunta de cómo de emocionante fue el ver salir a los mineros de la oscuridad uno tras otro, me contestó que no estuvo presente. En esos momentos no estuvo presente simplemente porque no quiso. Demasiados periodistas, demasiadas cámaras, demasiadas personalidades importantes. No era su "ambiente". Su ambiente fue la soledad y la desesperación de las familias, la necesidad de compañía, unas palabras de aliento a las que aferrarse. La oración comunitaria. Lo de "el cura saliendo en la foto" no va con él.

No obstante, y me sigue relatando con un atisbo de amargura, el punto de inflexión que tan tremenda experiencia tendría que haber significado en la vida de esos 33 hombres no fue tal. Prometían una unión indisoluble para luchar por los derechos de los mineros, pero después se han seguido produciendo accidentes y no han levantado la voz. Anunciaban una fundación financiada con los ingresos que generaran mediante el renombre que habían adquirido. Pero no supieron gestionar esa fama que les vino de golpe y cayeron en la trampa de la televisión "basura", donde empezaron a acudir a programas cada uno por su lado y por supuesto sin intención de compartir con el grupo los cuantiosos ingresos adquiridos. Me sigue contando el padre Juan que ha estado con algunos de ellos recientemente. Muchos tienen secuelas psicológicas y la mayoría está sin trabajo. Tampoco han conseguido que su demanda prospere, pues la Fiscalía no encuentra elementos causales suficientes para inculpar a los dueños de la mina. Todo esto ha provocado desavenencias entre ellos. Es un dato significativo que sólo 13 de los 33 estuvieran presentes en el acto conmemorativo del tercer aniversario del rescate.



Durante dicho acto, celebrado el pasado 13 de octubre de 2013, el presidente chileno, Sebastián Piñera, inauguró el Centro de Interpretación que se encuentra en la superficie de la propia mina San José, donde se relata con todo detalle el acontecer de los hechos, mediante paneles informativos, fotografías, numerosos objetos encontrados dentro de la mina y regalos conmemorativos. Llaman la atención las treinta y dos banderas chilenas y una boliviana que ondean en el exterior de la mina, representando a cada uno de los mineros encerrados. También hay un monumento llamado "33 Mineros de Atacama, el Milagro de la Vida", que fue inaugurado en agosto de 2012. En su base, podemos leer en una placa "Estamos bien en el refugio los 33", la famosa frase manuscrita en un papel que los mineros hicieron llegar al exterior para avisar que seguían con vida.













Por otro lado, en el Museo Regional de Atacama en Copiapó permanece expuesta la cápsula Fénix 2, por donde fueron rescatados los 33 mineros. Su visión resulta impresionante.









Volviendo a la película, está previsto que se estrene a finales de 2014. Parece ser que los actores están totalmente involucrados en el papel de sus personajes, y cuentan que para ellos está siendo una experiencia única. Habrá que esperar los resultados. Aunque la ficción nunca podrá superar a la tremenda realidad.

Fuente: www.entretenimiento.terra.cl

Fuente: www.elquehaydecierto.cl





Bibliografía:

Agradecimientos:
Al padre Juan por su valioso testimonio, y a nuestro amigo mañico José Manuel por ejercer de improvisado reportero gráfico.

"Vamos a hacer todos los esfuerzos posibles para rescatar con vida a los 33 mineros. La situación no es fácil y quiero hablar con la verdad: esto no está sólo en nuestras manos, sino en las manos de Dios." (Sebastián Piñera, presidente de Chile, tres días después del derrumbe).



martes, 11 de febrero de 2014

El Conventillo

Hay lugares que parecen tener la capacidad de transmitir buenas vibraciones. Supongo que todos hemos experimentado alguna vez esa sensación de llegar a un sitio determinado y sentir de repente una descarga de energía positiva. Eso me ocurre a mí cada vez que me acerco por El Conventillo, un pequeño rincón de gran encanto junto al puerto calderino y al lado también del centro cultural Estación. Entrar allí es como sumergirte en un escenario costumbrista de hace varias décadas. Un pequeño viaje en el tiempo, con ida y vuelta en el mismo día, de los que dejan el corazón alegre y la mente despejada.


Los conventillos eran muy habituales en Sudamérica a mediados del siglo XX. En España se llamaban casas de vecindad y también eran una forma de alojamiento frecuente en la época. Familias de bajo poder adquisitivo, trabajadores e inmigrantes eran la principal clientela de unas casas grandes con muchos dormitorios (familias enteras vivían en cada uno de ellos) y zonas de estar y baños comunes.

En Caldera se ha conservado la fachada de uno de ellos, con su estética característica y unas pintorescas esculturas asomadas al balcón a modo de "distinguidos" inquilinos. Pero el lugar estaba un tanto abandonado hasta que Claudio, Mario, Franco y Patrick, cuatro amigos chilenos procedentes de Copiapó, decidieron redecorarlo y devolverle su esplendor, aprovechando la temporada de verano, instalando en él una pequeña tienda al aire libre que han llamado Patio Estación. En ella podemos encontrar prendas de estilo bohemio y llenas de color, acorde con el escenario, y productos artesanales, como bisutería, sombreros, pañuelos, mochilas... Aunque aparentemente son como los que se pueden encontrar en otros comercios, en realidad no es así, pues cada objeto refleja el mimo y la dedicación con que está realizado, haciéndolo original y único. Diferente, como el entorno.






Nunca he estado en Buenos Aires (una de mis asignaturas pendientes), pero he leído algo sobre los conventillos que abundaban el el célebre barrio de La Boca. Muchos de ellos se conservan en la actualidad y hacen las delicias de los turistas. Ese mismo aire de tango es el que se respira en Patio Estación, que parece una recreación en miniatura de ese barrio bonaerense que ansío conocer algún día. Mientras tanto, ya tengo mi rinconcito porteño particular.








No quiero terminar este post sin agradecer a sus dueños, en especial a Claudio, su amabilidad. Un placer conversar con vosotros. Gracias por dejarme fotografiar cada recodo de la tienda. Deseando estoy de que pongais ese proyectado libro de visitas para perpetuar en él mi modesto testimonio.



















Un paraje chiquitito, sencillo, nada pretencioso. Un mágico estallido de colores suficiente para inspirar un artículo. Escribirlo ha sido una manera de canalizar esa energía positiva que a mí me transmite.

Junto a Claudio, en un rincón de la tienda donde también es posible
 degustar un jugo natural de frutas.


"Sin duda hay que perderse para hallar destinos inalcanzables o de lo contrario todo el mundo sabría dónde están." (Ted Elliott y Terry Rossio, guión de la película Piratas del Caribe 3: En el fin del mundo)

lunes, 3 de febrero de 2014

Curiosidades

Hoy os ofrezco un "refrito" de pequeñas historias, aparentemente inconexas pero que tienen en común su originalidad. Al menos desde mi punto de vista. Todas han despertado mi curiosidad por diferentes motivos y quiero compartirlas con vosotros:

Los puestos de churros. "Especialidad española", reza el letrero. Es verdad que los churros son como los españoles, pero eso de los rellenos... ¿Queso? ¿Jamón? No sé yo...  Además sólo abren durante los meses de verano (enero y febrero) y por la tarde. Es una pena tener un kiosko al lado de casa y no poder comprarlos para desayunar. Ah, y aquí no van acompañados de chocolate. Conclusión: es una "especialidad española" que los españoles que vivimos en Atacama apenas probamos.




Los taxis. Se llaman "colectivos", porque pueden transportar a cuantas personas quepan. Mediante el pago de una tarifa fija, te llevan al punto de destino pero en el trayecto pueden subir y bajar más pasajeros, por lo que a veces la ruta no es la más corta, pues pasan por diferentes paradas. Es el único medio de transporte público en esta zona, y yo lo uso a menudo para cubrir los 6 kilómetros que separan Caldera y Bahía Inglesa. Al principio me costaba acostumbrarme a viajar en un coche junto a varios desconocidos, aunque ya me parece de lo más normal. Además es rápido, cómodo y barato.



Los escaparates de los comercios. Las pequeñas tiendas de Caldera son tan modestas que no pueden permitirse unos escaparates tal y como nosotros los conocemos. La idea es mucho más simple. Sacan los maniquíes a la calle y ya está. Curioso, ¿verdad? Por cierto, que aquí a los escaparates se les llama vitrinas. Una expresión típica es salir a vitrinear.




Los pelícanos planeando sobre tu cabeza mientras te bañas en el mar. Por si no hubiera bastante con la exótica sensación de sumergirte en un agua transparente, con la arena blanca bajo tus pies, al mirar al cielo el espectáculo es increíble. Decenas de pelícanos planeando sobre la superficie marítima, esperando ver algún pez sobre el que lanzarse en picado, y todo ello a muy poca distancia de donde nos encontramos los bañistas. Cuando despliegan sus alas, estas enormes aves pueden medir hasta dos metros, y resulta impresionante verlas tan de cerca.






Los artesanos. En España serían "los puestos de los hippies". Aquí se les dice artesanos (término bien empleado, pues se les puede ver fabricar con sus propias manos casi todo lo que luego venden). Disponen de casetas fijas, y abren durante todo el año. Confieren un aire muy bohemio al paseo marítimo, y yo personalmente agradezco su presencia sobre todo en los meses de invierno, en los que da gusto poder conversar con alguien durante los largos y solitarios paseos. Son gente muy amable.



Ciertos vehículos. Mirad esta Kombi. Es la mítica furgoneta hippie de los años 60 de Wolkswagen. Lleva todo el verano aparcada en el paseo costero. Durante el día, se convierte en un puesto ambulante de bisutería artesana, y por las noches da cobijo a su dueño. Para mí tiene un encanto "retro" que te transporta a otras épocas.



¿Y esta camioneta promocional de la Coca Cola? Toda ella recubierta de césped (artificial, eso sí) y remolcando un par de bicicletas antiguas. Original y llamativa, así como su logo: ¿Estás listo para tu primer beso?



Los jugos de frutas. ¿Qué mejor y más refrescante en esta época estival? En todos los restaurantes sirven jugos naturales, y hay puestos callejeros, como el de la foto, donde los elaboran. Cualquier tipo de fruta, agua o leche, azúcar, hielo y una batidora son más que suficiente para garantizar un trago delicioso y muy típico de la zona.



Los masajes junto al mar. Esta cabaña tan exótica, junto a la playa, es el local de la señora Irma, masajista muy reconocida en Bahía Inglesa. Ofrece todo tipo de tratamientos de belleza en un entorno único y muy, muy relajante, donde la brisa marina y el olor a sal atraviesan las cortinas que proporcionan la intimidad necesaria a los clientes del establecimiento.



Podría seguir hasta el infinito pero no quiero alargar más este artículo. Mejor dejo abierta la posibilidad a una 2ª parte de "Curiosidades". Lo cierto es que, aunque salga a recorrer mil veces el mismo itinerario, siempre descubro algo nuevo que llama mi atención y la de mi cámara fotográfica. Quizás es algo que estoy aprendiendo también aquí: a mostrar interés por las cosas sencillas, provistas muchas veces de una belleza que sólo se alcanza a percibir si predisponemos a ello nuestros sentidos, a menudo adormecidos por culpa de la rutina.



"En el rocío de las pequeñas cosas, el corazón encuentra su mañana y toma su frescura." (Khalil Gibran)