viernes, 3 de enero de 2014

Los colores de la Navidad

Los colores de la Navidad, tal y como yo la concibo desde mi niñez, son el verde y el rojo del abeto, el blanco de la nieve, los dorados y plateados para engalanar la mesa... Sin embargo, este año mi Navidad ha sido de un hermoso color azul. Azul como el agua del océano, como la piscina, como el cielo de verano. Una Navidad de chapoteos infantiles, piel dorada salpicada de sal y arena, té helado y graznidos de gaviota. Tan diferente que, lo reconozco, me ha costado revestirme de ese espíritu navideño que siempre me ha invadido en estas fechas sin el menor esfuerzo por mi parte.





Mi mente distraída comenzó a centrarse unos días antes de Nochebuena gracias al requerimiento por parte del padre Juan de mi colaboración, junto con una buena amiga también española, para montar el Belén de la parroquia. Durante aquellos días escuché los primeros villancicos, provenientes de los ensayos de los niños de la catequesis, y en aquel ambiente comencé a mentalizarme sobre el cercano Acontecimiento que estábamos por celebrar. Y, cuando llegó la Gran Noche, se obró el pequeño milagro: Julio y yo fuimos designados con el honor de arropar en nuestros brazos al Niño Jesús durante la Misa de Gallo, sostenerlo durante el besapie y recostarlo posteriormente en su cunita de paja, en el pesebre donde lo esperaban José y María. Un acto cargado de emotividad, que llenó hasta la plenitud nuestros corazones en la primera Nochebuena que celebramos juntos. 
En esos momentos recordé mi oración de los días previos rogando a Dios que nos ayudara a no sentirnos solos en la primera Navidad que pasábamos fuera de casa. Su respuesta a mi plegaria fue poner en nuestras manos al Niño recién nacido durante buena parte de la noche, y arroparnos mediante toda la comunidad de una iglesia abarrotada. Todo el que celebre la Navidad como lo que realmente es, entenderá por qué no olvidaremos nunca la Nochebuena de 2013 aquí en Atacama.



Hay costumbres muy arraigadas en nosotros a las que no hemos querido renunciar, y que nos han ayudado a vestir la Navidad un poquito "a la española": el soniquete del sorteo de la lotería por el canal internacional de TVE, los turrones (160 kilómetros fue el precio de unas tabletas importadas de Jijona, halladas cual tesoro en un hipermercado de la cercana ciudad de Copiapó), o preparar como entrante de la cena de Nochebuena un rico y ardiente consomé (para, como dice mi madre, "entonar el estómago") mientras los sudores estivales recorrían mi frente.


Para regar la cena, un par de descubrimientos autóctonos la mar de interesantes: el ponche de piña (una especie de cava suave y afrutado ideal para acompañar el marisco) y la cola de mono, un licor a base de leche, café y aguardiente, perfecto para ayudar a digerir los turrones.




Y entre villancicos y paseos por la playa, dulces navideños y algún que otro helado, y pasando por otra gran fecha muy señalada para nosotros como fue nuestro primer aniversario de boda, llegó la Nochevieja. La Noche de Fin de Año se celebra con cenas y cotillones, como en España. La diferencia es que, al menos en esta zona de Chile, es todo mucho más informal, no hay lentejuelas ni corbatas en los atuendos, y la fiesta no se prolonga hasta tan altas horas. Todo es más tranquilo, más moderado.

Nochevieja de fuegos artificiales en la playa y uvas a las doce al son de unas campanadas imaginarias. Porque en Chile no se estila lo de las campanadas. Cuatro horas antes, las pudimos ver en directo desde la Puerta del Sol a través del canal internacional español, con el único inconveniente de que aquí eran las ocho de la tarde. Fue en esos segundos de transición entre un año y otro en España cuando, acompañados aún por los últimos rayos de sol de la tarde veraniega, nuestros corazones volaron a casa, buscando a nuestros seres queridos y uniéndonos con ellos en un abrazo que no entiende de distancias ni de diferencias horarias.

Foto: www.belelu.com

Aprovecho para desearos todo lo mejor en este 2014 que acabamos de estrenar. Y que no digamos eso de "A ver cómo se porta el Nuevo Año". Los que nos tenemos que "portar" somos nosotros. Si todos procuramos ser mejores, el Año será mejor, y el mundo será mejor.


P.D. Quiero dedicar este artículo a todo el que, como nosotros, ha tenido que pasar estas fechas fuera de su casa y de su país. Quedémonos con el aprendizaje, ése que a buen seguro nos ha hecho crecer un poquito más como personas, y no dejemos que la añoranza y la nostalgia enturbien los buenos momentos que sin duda habremos vivido, y que permanecerán en nuestro recuerdo. No en vano, la Navidad siempre será la Navidad, independientemente del color con que la vistamos.





"La Navidad, misterio de alegría. Alegría, incluso estando lejos de casa, la pobreza del pesebre, la indiferencia del pueblo, la hostilidad del poder. Misterio de alegría a pesar de todo." (Juan Pablo II)

1 comentario:

  1. Nosotros también os deseamos lo mejor para el 2014, y, como bien dices, a ver como nos portamos este nuevo año, que es lo importante para que todo nos vaya un poco mejor. Aunque estéis lejos de vuestra tierra, me ha parecido que habéis pasado una Navidad muy bonita e interesante, y que seguro nunca vais a olvidar. Besos a los dos. La familia Carrillo Valverde.

    ResponderEliminar