La
gran pregunta es: ¿cuáles son las cosas importantes en nuestra
vida, ésas de las que debemos rodearnos siempre y no prescindir
nunca, las que nos ayudan a tener los pies en el suelo y tomar
conciencia del mundo en que vivimos?
El
consumismo nos aleja de las cosas importantes. Y lo he podido
comprobar en primera persona. Cuando vivimos en una sociedad
consumista, como era mi caso en España (aunque yo no era consciente
de ello) nos creamos necesidades innecesarias. Somos incapaces de
prescindir de muchas cosas prescindibles. Todo este mundo de
banalidades va formando una gruesa capa que nos impide llegar a la
esencia, a lo auténtico que hay en las cosas y sobre todo en las
personas.
Esta
reflexión viene al caso porque ahora he conocido un nuevo estilo de
vida. En España me encantaba salir de tiendas, porque siempre
"necesitaba" comprar algo. Aquí es muy diferente: en Bahía
Inglesa apenas hay un par de tiendecitas de ultramarinos, muy básicas
(mini-markets las llaman). En el pueblo, Caldera, el
comercio se reduce, aparte de un gran supermercado y varios puestos
callejeros, a unos pocos negocios que recuerdan a los de la España
de los 70, donde en un mismo establecimiento podías comprar tanto unos
vaqueros como un juego de sartenes o unas chanclas para la playa.
En
esta región, una de las menos desarrolladas de Chile, las personas
necesitan muy poco para ser felices. Y las relaciones personales son
más puras, más directas, más sinceras. Esa es mi impresión. Se dedican más tiempo los unos a los otros. Y comparten. Lo
mucho y lo poco, lo comparten todo. Y ello supone una gran enseñanza
para los que creemos que dominamos las relaciones sociales mejor que nadie. Una cura de humildad, proveniente de grandes maestros que no
saben que lo son. Aunque esto ya será materia del siguiente
artículo.
"A ningún lugar más tranquilo y pacífico se retira un hombre que hacia su propia alma, sobre todo aquel que tiene dentro recursos tales que, si los examina, al momento se encuentra en total bienestar." (Marco Aurelio)
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