lunes, 18 de noviembre de 2013

La importancia de las cosas

La gran pregunta es: ¿cuáles son las cosas importantes en nuestra vida, ésas de las que debemos rodearnos siempre y no prescindir nunca, las que nos ayudan a tener los pies en el suelo y tomar conciencia del mundo en que vivimos?

El consumismo nos aleja de las cosas importantes. Y lo he podido comprobar en primera persona. Cuando vivimos en una sociedad consumista, como era mi caso en España (aunque yo no era consciente de ello) nos creamos necesidades innecesarias. Somos incapaces de prescindir de muchas cosas prescindibles. Todo este mundo de banalidades va formando una gruesa capa que nos impide llegar a la esencia, a lo auténtico que hay en las cosas y sobre todo en las personas.

Esta reflexión viene al caso porque ahora he conocido un nuevo estilo de vida. En España me encantaba salir de tiendas, porque siempre "necesitaba" comprar algo. Aquí es muy diferente: en Bahía Inglesa apenas hay un par de tiendecitas de ultramarinos, muy básicas (mini-markets las llaman). En el pueblo, Caldera, el comercio se reduce, aparte de un gran supermercado y varios puestos callejeros, a unos pocos negocios que recuerdan a los de la España de los 70, donde en un mismo establecimiento podías comprar tanto unos vaqueros como un juego de sartenes o unas chanclas para la playa.



Aquí no hay centros comerciales. Pero hay un lindo paseo junto al mar que invita a la meditación, si vas sola, o a la conversación si vas acompañada, y desde el que se ven las más hermosas puestas de sol. No hay cines, ni teatros. Pero de noche, mirar al cielo y contemplar las estrellas, tan nítidas y luminosas, sobre la inmensidad del desierto, constituye el espectáculo más maravilloso.

Resulta que, al final, no necesitaba tanto aquel glamouroso abrigo, ese bolso tan original o aquellas botas estupendas y nada baratas que un día adquirí con el orgullo de haber realizado la mejor compra de mi vida. Viajé hasta Atacama con lo que cabía en una maleta. Reconozco que para mí fue complicado. ¡Dejaba atrás tantas cosas imprescindibles! Pensé que no tendría ni para empezar. En casa se quedaron armarios atestados de ropa, zapatos y complementos. Pues me ha sobrado la mitad. Para los largos paseos, nada mejor que un cómodo chándal. Para las calles sin asfaltar, calzado resistente y deportivo. Y para empaparme de este aire tan puro, la cara lavada y una buena capa de hidratante con filtro solar. Cero maquillaje. ¡Y cómo lo agradece la piel! Y por cierto, mi marido me ve igual de guapa. O al menos eso dice.


En esta región, una de las menos desarrolladas de Chile, las personas necesitan muy poco para ser felices. Y las relaciones personales son más puras, más directas, más sinceras. Esa es mi impresión. Se dedican más tiempo los unos a los otros. Y comparten. Lo mucho y lo poco, lo comparten todo. Y ello supone una gran enseñanza para los que creemos que dominamos las relaciones sociales mejor que nadie. Una cura de humildad, proveniente de grandes maestros que no saben que lo son. Aunque esto ya será materia del siguiente artículo.



"A ningún lugar más tranquilo y pacífico se retira un hombre que hacia su propia alma, sobre todo aquel que tiene dentro recursos tales que, si los examina, al momento se encuentra en total bienestar." (Marco Aurelio)

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